domingo, 13 de noviembre de 2016

Campaña de Omertà (IX): Vuelta a las andadas

Nuevo capítulo de las aventuras de los chicos de la Avenida Dropsie, que además es el primero de la nueva campaña; de ahí la elección del título. Si te apetece, puedes acceder a los resúmenes de las demás partidas aquí.

Debes tener en cuenta que hace la friolera de cuatro años que jugamos por última vez en la Avenida Dropsie. Hemos tenido que hacer entre todos los jugadores un buen ejercicio de memoria, y eso que conservo las notas que tomo durante las partidas. Por eso es posible que el arranque de esta segunda temporada sea áspero en algunos aspectos. De hecho, al principio de la sesión tuvimos que especificar algunas cosas que se quedaron en el aire en su momento, o que simplemente hemos olvidado. Así, puedes encontrarte con alguna contradicción, baile de datos o cuestiones que en las anteriores aventuras no se trataron pero ahora están ahí (como las visitas de los lunes de Roberto Panepinto). Cuestiones menores, en cualquier caso, y que nos han ayudado a retomar la campaña con cierta agilidad y pocos, espero, fallos de raccord. Aun así, mis disculpas.

AVISO: parte de lo acontecido en este capítulo, y muy probablemente en los venideros, está inspirado (o directamente extraído) en "Por los viejos tiempos", la campaña que acompaña la pantalla de Omertà. Si tu intención es jugarla, mejor que no sigas leyendo.


Ilustración de la pantalla de Omertà


Lunes, 11 de marzo de 1925.

Tras un fin de semana en que el Dropsie's ha funcionado bien para ser un negocio recién inaugurado, los chicos preparan los sobres para hacer sus pagos.


El agente Paddy Malone
Malone, el policía del barrio, pasa por el Ojos Azules a primera hora de la mañana deseando echarle el guante a su parte. Y lo hace descarado, sin ningún tipo de disimulo o discreción. El sobre que le entregan es bastante abultado, y escuece bastante a los chicos hacer un pago tan generoso al polizonte: nada menos que 255$. Antes de que se vaya, el Alambres le pregunta sobre la detención del Afortunado unas semanas atrás. Malone asegura que no sabe nada: «Pensad que a mí tampoco me interesa que os ocurra nada malo, muchachos: mientras os vaya bien, me irá bien», comenta mientras se palpa ostensiblemente el sobre guardado en el bolsillo interior de su uniforme. Se compromete a hacer alguna averiguación al respecto.

El otro pago es para Don Panepinto. No son pequeñas las deudas que tienen con él, pero como gesto de buena voluntad Don Gaspare no va a pedirles intereses por estos dos préstamos. Uno de ellos es la fianza de 3.000$ que se abonó para que el Afortunado fuera liberado tras su detención, mientras que el otro son 500$ que se invirtieron en el acondicionamiento del Dropsie's (más otros 500$ que adelantó el Afortunado). Además, tienen que abonar a la familia su parte del negocio del local: un 5%. En total, 340$. Quien viene a recoger el pago es Roberto Panepinto. Los chicos habían oído hablar ya de Roberto. Don Gaspare lo recogió en la calle cuando era un niño y lo cuidó, hasta el punto de hacerlo su ahijado y darle su apellido.


Roberto Panepinto
A media mañana entra en la Avenida Dropsie un Chrysler Coupé que hace bastante ruido y llama la atención de los transeúntes. Aparca justo enfrente del Ojos Azules y baja del coche un joven, vestido con un traje elegante y de calidad, que se acerca con rapideza la puerta del copiloto. Al abrirla desciende del vehículo una joven alta, estilizada, con su pelo moreno cortado a lo garçon y una radiante sonrisa en la cara. Levantan la mirada para leer el rótulo que hay sobre la puerta del Ojos Azules y entran en el local, donde se encuentra casi toda la banda. Roberto Panepinto, pues de él se trata, se dirige a Donny, que está tras la barra, y pregunta por Mr. Mancini. El camarero señala con sus mejores modales la mesa donde están los muchachos. Hacia ella camina Roberto mientras su acompañante acepta el café que le ofrece Donny.

Tras las presentaciones, el Afortunado y Roberto charlan unos instantes en la trastienda del café. El sobre cambia de manos y se cruzan algunas palabras cordiales. El afortunado aprovecha para preguntar a Roberto por el Largo, un hombre de Moretti a quien se la tiene jurada por haber acabado con la vida de Terremoto Marconi. Roberto se encoge de hombros y da a entender que no está muy metido en los negocios de la Familia ni tampoco conoce a los enemigos de ésta.


Giulia Tivolino
Mientras, Buonanotte ha fijado su atención en la guapa chica que espera en la barra. Se acerca a trabar conversación con ella, no sin que el Alambres le lance una mirada de advertencia. La joven se llama Giulia Tivolino y es la novia de Roberto. Ella y Buonanotte mantienen una charla agradable pero breve, ya que los negocios de la trastienda se despachan con rapidez. Sin embargo, el púgil italiano ha tenido tiempo para quedar un tanto encandilado por esta hermosa ragazza que aún no ha viajado a la tierra de sus padres y que tiene una sonrisa más bella y grande que el estrecho de Mesina. Roberto se despide con breves gestos de todos los miembros de la banda y Giulia les dedica una última sonrisa antes de que el Chrysler arranque y se aleje ruidoso.

Tras liquidar las obligaciones semanales, el Afortunado contacta con Paolo Alba, su conocido taxista, para pedirle que le preste durante una semana su licencia. La intención es que el Alambres, ayudado por el Afortunado, haga una copia para poder usar el coche robado a los Moretti sin que pueda haber problemas con las autoridades. Alba se muestra cooperativo pero preocupado, ya que trabajar durante una semana sin licencia puede resultar peligroso. La banda le paga 20$ para que se tome una semana de vacaciones y así evitará problemas.

Martes, 12 de marzo. Día de cobro. Buonanotte madruga como de costumbre para correr. Bordea el Distrito Central hasta llegar a Oak Park, donde da una vuelta y regresa al barrio. Mientras, el Labios acude a la casa de apuestas que ya visitara unas semanas atrás. Estudia el funcionamiento del negocio y aprovecha para hacer una apuesta un tanto arriesgada. Tras analizar los resultados de las carreras de caballos de las últimas jornadas, decide apostar por Jeremy, un joven caballo entrenado por un jockey experimentado que ha ganado sus últimas carreras. Se juega 20$ a Jeremy como ganador en la carrera de la noche; por desgracia para el Labios, horas más tarde el caballo llegará segundo a la línea de meta.

Cuando Buonanotte regresa de su ejercicio matutino, se reúne con el Afortunado, que toma un café en el Ojos Azules. Junto con Milo Ricci, líder de la banda de la Calle Taylor, empiezan la recaudación por dicha calle. Tras el pequeño inconveniente vivido con el frutero, Harvey Miller, la recaudación va como la seda hasta que llegan a la barbería de Leo Gavini. El italiano se muestra muy nervioso. Las manos le tiemblan, su tez está pálida como la espuma de afeitar sobre la cara del único cliente en el local y tartamudea cuando habla con los muchachos:

-Di-discúlpenme, caballeros. Estaría encantado de p-pagarles ahora mismo la tarifa, pe-pero me resulta completamente imposible hacerlo. P-por favor, vuelvan mañana, les juro por lo m-más sagrado que mañana por la m-mañana podré pagar. Se lo r-ruego, sean comprensivos...

El Afortunado y Buonanotte cruzan miradas y acceden a retrasar el cobro un día, pero advierten muy seriamente a Leo de que a la mañana siguiente deberá pagar, sin prórroga posible. El barbero se muestra agradecido y aliviado; parece que vuelve a respirar tranquilo.

Sin más incidentes, el trío de cobradores se dirige a la Avenida Dropsie para recaudar allí su impuesto. Sin embargo, antes de abandonar la Calle Taylor el Afortunado ve por el rabillo del ojo algo que le llama la atención de pura casualidad y dirige su mirada hacia la barbería para ver cómo tres chicos de unos 20 años y aspecto de pandilleros entran en el local. Algo le da mala espina y decide volver sobre sus pasos junto con sus compañeros.


Una barbería similar a la de Leo Gavini
Efectivamente, cuando llegan de nuevo a la barbería pueden ver cómo los tres jóvenes han rodeado a Leo, que vuelve a temblar como un flan, y el que parece el cabecilla le habla con tono amenazante: «¡... así que si sabes lo que te conviene, ya sabes lo que tienes que hacer!».

Los chicos de la Avenida Dropsie ven la cosa clara y saben lo que tienen que hacer. Justo en ese momento salen los tres jóvenes de la barbería y se topan en la acera con Buonanotte, el Afortunado y Milo. No se lo esperaban y tampoco tienen tiempo para reaccionar: Buonanotte descarga un tremendo puñetazo en la mandíbula del primero de ellos, que se eleva unos centímetros sobre el suelo y aterriza inconsciente en el suelo. Uno de sus compañeros corre a auxiliarlo, mientras que el tercero se mete la mano en el bolsillo en busca de la navaja pero no la llega a sacar, porque el Afortunado le señala con el dedo: «Llevaos a ese despojo de aquí y no se os ocurra volver». Arrastran a su compañero en dirección a la Calle Edmonton mientras uno de ellos, el que estuvo a punto de sacar el pincho, les mira con desprecio para a continuación escupir en el suelo.

Los chicos de la Avenida Dropsie entran a la barbería e invitan a Leo a tomar algo para calmarse en el Ojos Azules, y éste accede pese a dejar en la calle a un cliente a medio afeitar. Ya en el bar, les cuenta que los chicos de la Calle Edmonton se presentaron hace un par de días para ofrecerle protección a cambio de una cuota muy baja. Como le amenazaron con matar a su familia y no quería tener problemas, aceptó; su idea era pagar tanto a los chicos de la Calle Edmonton como a los de la Avenida Dropsie. El problema es que la barbería no da tanto dinero. El Afortunado le tranquiliza diciéndole que nadie hará daño a su familia y que ya está pagando por protección, así que van a protegerle.


Milo Ricci, líder de la Calle Taylor
Mientras Leo acaba su té, el Afortunado, con el ceño fruncido ordena a Milo que haga venir al Ojos Azules a todos sus chicos. El chaval sale corriendo del Ojos Azules y un rato después regresa con sus compinches, que por sus rostros ya saben la reprimenda que les espera. Tras unos cuantos bofetones en la trastienda y la promesa por parte de los chicos de que van a empezar a tomarse en serio su trabajo, Milo se compromete ante el Afortunado y Buonanotte a vigilar más de cerca a sus hombres y evitar que algo parecido vuelva a pasar. El Afortunado le ordena que ponga guardia las 24 horas frente a la barbería y el portal del barbero.

Al parecer, quien se ha llevado el puñetazo de Buonanotte es Matty Ferrara, líder de los chicos de la Calle Edmonton. Milo les cuenta lo poco que sabe sobre él: rápido con la navaja («No lo suficiente», como apunta el boxeador), agresivo y peligroso. Nunca nadie se le ha enfrentado.

Quien sabe alguna cosa sobre Matty es precisamente Donny, ya que hace unos años tuvo un enfrentamiento con él que por suerte no llegó a mayores. Ambos procuran que sus caminos no se crucen y eso parece bastar. Donny les da la dirección de la casa de sus padres (en la Calle Edmonton, claro) y les cuenta poco más. Pero sobre todo deja claro que Matty es un chico inteligente, violento y vengativo. Seguro que tomará medidas contra ellos, pero será cuidadoso al planearlas.

Ante esta perspectiva, la banda se pone en guardia. Todos los miembros se reúnen en el Ojos Azules, donde empiezan a prepararse para lo que parece una guerra inminente. El Alambres y Caraniño se dan una vuelta por Edmonton para ver si están tramando alguna cosa. Parece que, aparte de unos ocho chicos desplegados como vigilantes a lo largo de la calle, todo está tranquilo.

La banda decide concentrarse en el Dropsie's por si ocurre algo durante la noche. Dejan dos puestos de guardia y se van turnando para evitar ataques por sorpresa. Es precisamente en el turno de vigilancia del Labios que éste ve cómo se acercan dos figuras por la calle desierta. Se paran a la altura de la Calle Taylor, donde parecen intercambiar unas palabras y deciden girar para tomar ésta. El Labios se percata de que los bolsillos del abrigo de uno de esos individuos están extrañamente abultados, pero no logra hacerse una idea de qué puede contener en ellos. Da el aviso a los demás, que salen a toda prisa del Dorpsie's. Tardan bastante en tomar una decisión, y los sospechosos avanzan por la Calle Taylor con cuidado, pues allí hay dos compañeros de Milo, haciendo guardia ante la barbería. Tras unos instantes de tensión, los chicos de la Avenida Dropsie deciden echar a correr tras los dos hombres, que ya han llegado a la altura de la calle Edmonton mientras mantenían a la vista a los chicos de Milo. 

Los chicos de la Avenida Dropsie han tardado demasiado en decidir qué hacer: cuando doblan la esquina de la calle Edmonton, de los dos individuos ya no hay ni rastro.

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